domingo, 27 de marzo de 2011

No, gracias, no me gusta el vino

No tengo ningún problema en reconocerlo: no me gusta el vino y por ello soy incapaz de comprender qué es lo que hace que sea tan importante como para entrar a formar parte de nuestra cultura más arraigada. El mundo del vino y la cantidad de seguidores de que dispones es un tema que siempre me ha causado intriga. No hay duda de que algo especial debe tener para que una bebida más se convierta para una gran mayoría en algo tan esencial para que una comida se disfrute plenamente. 
Desde que era una cría he presenciado conversaciones interminables sobre infinidad de clases de vinos, debates sobre la intensidad de sabor de unos y el sabor dulzón de otros. Por este motivo, además del hecho de que tanto su sabor como su aroma me echen para atrás,  se trata de un tema que me aburrre inmensamente. El jamón ibérico es uno de mis manjares preferidos, pero soy incapaz de imaginarme manteniendo una conversación con alguien sobre los distintos tipos y marcas de este embutido tan delicioso.
Sea como sea, lo que es innegable es que el vino es, en algunos casos, un "lujo" al que muy pocos están dispuestos a renunciar. De hecho, no hace falta más que entrar en cualquier restaurante y contabilizar en cuántas mesas han pedido al menos una botella de esta bebida tan especial para darse cuenta de su importancia. Y eso teniendo en cuenta que del conjunto de la carta suelen ser los productos más caros. Por no hablar de la cantidad de gente adinerada que no les tiembla la voz al pedir un vino que les costará millones.
Como total desinteresada en el tema no puedo aportar nada más, aunque si conoces la clave del éxito que explique la importancia del vino como parte de la cultura universal agradeceré que me ofrezcas tu explicación personal.

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