domingo, 28 de agosto de 2011

Agua para elefantes

Grandes dudas y muchas sensaciones enfrentadas. No me fue fácil decidirme a ir a ver Agua para elefantes al cine. Por una parte la historia me encantaba, en el tráiler se apreciaba de inmediato esa magia y ese encanto del mundo del circo, la actriz protagonista (Reese Whiterspoon) ya había demostrado ser toda una profesional en trabajos anteriores (como en La cuerda floja) y junto a Christoph Waltz formaba un reparto de lujo. Sin embargo, entre los actores principales también se encontraba Robert Pattinson, el joven ídolo adolescente del cine que desde hace 3 años ha hecho suspirar a sus fans con la vampírica saga de Crepúsculo. No sabía muy bien qué me iba a encontrar y mucho me temía que por su sola presencia la calidad final de la película podía bajar estrepitosamente. Finalmente decidí tentar a la suerte y acabé llevándome una grata sorpresa. 
Esa magia especial que se transmitía a través del tráiler se mantiene a lo largo de la película. Especialmente en los momentos en los que aparece la entrañable e inteligente elefanta que ejerce de lazo de unión entre los jóvenes amantes. A pesar de mis temores iniciales, debo reconocer que Robert Pattinson consigue sorprender con su actuación, siendo bastante aceptable a niveles generales y muy buena en alguna escena clave para la historia. En cuanto a Reese Whiterspoon está claro que no se trata de su mejor papel, pero resulta convincente y gracias a su belleza natural a los espectadores no les queda otra opción que admirarla. Sin duda alguna, lo mejor de Agua para elefantes es el excelente trabajo de Christoph Waltz como marido celoso, agresivo y maltratador. También hay que destacar el emotivo trabajo de Hal Holbrook, que representa un pequeño papel del joven Jacob (Robert Pattinson) en la actualidad. La película refleja a la perfección la crudeza del mundo del circo en la época de la Gran Depresión y el arte de maquillar con ilusiones la parte más repulsiva del ser humano. Son especialmente duras las imágenes en las que August (Christoph Waltz) desfoga toda su ira sobre la elefanta y en las que muestra su total falta de escrúpulos con todos los que forman parte de su compañía.
Hubo muchos rumores sobre el supuesto mal trato que recibieron los animales que aparecen en la película, algo que me cuesta mucho creer teniendo en cuenta que precisamente ese es uno de los aspectos que se pretende denunciar. 
En Agua para elefantes os encontraréis con una película con gancho, encanto, belleza por doquier y una historia de amor para nada empalagosa. No te defraudará. 

domingo, 7 de agosto de 2011

El blog de Igor Gonzalo

23 de abril del 2011. Sant Jordi. Un día muy especial y lleno de tradición para los catalanes. Para mí también, porque no solo espero una rosa de esa persona especial sino que, como buena amante de la lectura, siento una gran curiosidad por descubrir qué nuevo libro pondrá en mis manos. El libro que él había escogido era la última novela de Ken Follet, La caída de los gigantes. Todo un acierto si no fuera porque la navidad pasada se lo regalé a mi madre. Este año habrá que cambiarlo por otro...
Estamos en Sabadell y decidimos ir a echar un vistazo a los puestos de libros preparados para la ocasión. Y por más que busco no encuentro un sustituto para mi regalo repetido. Hasta que una simpática chica me ofrece la propaganda de un libro muy peculiar. La leo y no me lo pienso más. Ya sé qué libro quiero para este Sant Jordi. Y para colmo, me doy cuenta de que entre los escritores congregados para la firma de libros se encuentra su autor: Igor Gonzalo. No puedo tenerlo más claro. Así que me dispongo a hacer el cambio. Pero hoy, por ser ese día especial, no se aceptan, me tengo que esperar a que llegue el 24. De esta manera dejo pasar la oportunidad de tener, por primera vez, un libro firmado. 
El blog de Igor Gonzalo recoge las vivencias y aventuras de un joven fotógrafo de Burgos. Cada capítulo es una entrada de su blog, una historia, un sentimiento o todos a la vez, una reflexión o una forma de ver la vida. Una narración en primera persona de sus experiencias a lo largo de un año. ¡Y vaya año más intenso! En ese tiempo Igor ha estado en Nueva York, en las Fallas de Valencia, en Rock in Rio Madrid, en los Sanfermines, en Polonia, en el Camino de Santiago... En fin, un apasionante ir y venir por el mundo que os dejará maravillados.
Si os animáis a leer sus páginas descubriréis una gran historia real, os emocionaréis con sus profundas reflexiones sobre lo mejor y lo peor de la vida y, sobre todo, viajaréis con él a todos esos lugares únicos. Incluso puede que, como ha sido mi caso, reviváis experiencias y sensaciones propias. Lo único que he echado en falta, al tratarse de un fotógrafo, son algunas de esas fotos suyas de las que habla.
Lo mejor de El blog de Igor Gonzalo es que al llegar al final del libro la historia continua a tiempo real. Podemos seguir sus nuevas aventuras vía web. Sé que resulta algo extraño leer en un libro las entradas de un blog. Pero os aseguro que la experiencia ha sido totalmente positiva. Solo me queda agradecerle a Igor este tiempo en el que he disfrutado con su obra. Ojalá pueda leerle mucho más y ojalá se anime algún día con contar algo más que su propia vida, a dejar volar su imaginación y crear un novela de ficción. Creo que tiene todas las habilidades necesarias para afrontar ese reto. Para los interesados: http://www.igorgonzalo.com/

miércoles, 3 de agosto de 2011

Banderas de nuestros padres

Los héroes son algo que creamos, algo que necesitamos, es nuestra forma de comprender lo que resulta casi incomprensible.
Cualquier película dirigida y/o protagonizada por Clint Eastwood promete ser una obra maestra del cine. En este caso su papel fue únicamente como director y, al menos para mí, no se convertirá en una de las mejores películas que he visto, pero hay que reconocer el gran mensaje de fondo que pretende transmitir Banderas de nuestros padres. Sobre todo teniendo en cuenta lo difícil que es realizar una autocrítica tan dura en un país tan patriótico y orgulloso como Estados Unidos. La historia se sitúa en la II Guerra Mundial, en la batalla por conquistar la isla japonesa de Iwo Jima, uno de los combates más violentos del conflicto bélico entre americanos y japoneses. La película aprovecha uno de los símbolos más importantes de la guerra para reflejar lo absurdo y patético de una guerra espectacularizada y vendida a la población como un acto glorioso. Los más jóvenes quizá no reconozcamos esta imagen en la que aparecen 6 soldados norteamericanos, de los cuales 3 murieron poco después, alzando la bandera en la cima de la isla. Una imagen que se convirtió en todo un símbolo de la grandeza y la victoria de un país que no podía continuar por más tiempo con las terribles consecuencias de la guerra. Un símbolo que escondía una realidad muy diferente, mucho más trágica y oscura que el gobierno trataba de ocultar. Los 3 supervivientes de la foto, sin poder entender la importancia de un acto tan absurdo, se vieron obligados a seguir la corriente a sus superiores y llevar a cabo un espectáculo mediático por todo el estado con la única intención de recaudar fondos para la guerra. Algo repulsivo para ellos, que no pueden olvidar la terrible experiencia de la batalla y, sobre todo, los compañeros que se quedaron en el camino.
Una de las tareas más complicadas a la hora de realizar una película bélica es el hecho de evitar que el público se muestre impasivo ante los que mueren en el campo de batalla. Estamos demasiado acostubrados a ver todo tipo de films en los que decenas de extras (si no más) mueran sin que se le de mayor importancia. Es algo demasiado habitual. Este es un asunto que Clint Eastwood logra solventar. Cada fallecido es un compañero caído, es un golpe para los que continúan, para los que únicamente luchan por salvar su vida y la de sus amigos. En Banderas de nuestros padres se nos presenta a unos héroes que no quieren serlo, que no se sienten así. Únicamente son unos afortunados por haber salido vivos de todo aquello y unos desdichados por las horribles vivencias que harán que nunca puedan soñar en paz. La cinta supone todo un trabajo de reflexión sobre lo ridículo de la glorificación de la guerra y la magnificación de lo que suponen los considerados héroes de la patria. Un autoengaño que solo sirve para consolar a los que sufren la pérdida de los muertos en la batalla y para intentar dar sentido a algo que en ningún caso se comprende.
Una historia magnífica que, contando con un director tan extraordinario, debería conseguir atrapar al espectador de principio a fin y que, sin embargo, resulta pesada en la mayor parte de la película. Continúas viéndola porque interesa el tema, interesan los acontecimientos, pero su desarrollo es demasiado lento. Toda una lástima porque, de tener mejor ritmo, sería una clase magistral de cine. Ahora queda ver su obra hermana, la que narra la perspectiva de la guerra desde el bando japonés: Cartas desde Iwo  Jima.